El Blog del Aula para la Difusión de la Cultura del Vino es un espacio abierto, independiente y plural, lugar de encuentro que sirva para aumentar el disfrute de los sentidos frente al vino, ampliando nuestros conocimientos, y construyendo nuevas opiniones.
.
.

domingo, 29 de agosto de 2010

MESA DE CATA


El equipo de cata del Aula del Vino se reunió para enfrentarse a cinco vinos europeos de algunas de las regiones más importantes del viejo continente.

La cata se presentó con el vino decantado y las botellas no estaban presentes en la mesa de mesa de degustación, para de esta manera, evitar que las diferentes formas de los vidrios condicionaran, o incluso determinaran su lugar de procedencia. Todos los vinos fueron decantados una hora antes de la degustación y su temperatura de servicio era de 17 grados. Las copas elegidas fueron unas Schott Zwiesel Viña Burdeos.

La única información aportada a los catadores fue que los vinos procedían de tres países europeos, y que todas las variedades eran distintas.

Comenzamos la noche con un Dei Rosso de Montepulciano 2004, mostraba un color rojo cereza con tonos rubí, algo degradado el ribete y de capa media estaba limpio y glicérico, En un principio asomaban aromas de heno, flores secas y aceituna, cerrado, hermético, pedía tiempo para expresarse, después de una hora comenzaban a salir aromas tostados, azúcar quemado y tonos dulces envueltos en alcoholes altos. Boca caliente, buena acidez y algo corto dejaba recuerdos florales en el postgusto. Gustó en términos generales aunque resultaba un tanto simple en la boca, mostraba una Sangiovese joven con bastante tipicidad.

El siguiente en aparecer fue un Château Tour Grise 2003 “Les Vigneaux” de Saumur. Tono rojo picota con ribete frambuesa capa media alta y buena fluidez. Aromas de trufa, cal, tiza, mineral, fruta negra y cierto toque a carne, neumático quemado y sotobosque. Boca carnosa, con cierta dulcedumbre sorprendente por la fortaleza mineral de la nariz. En el postgusto reaparecen los toques minerales, calizos. Este vino del Loira tiene una increíble fuerza mineral, sus aromas robustos, casi rústicos, apabullan, tienen la fuerza de lo natural, de lo puro. Esta Cabernet Franc de cultivo biodinámico es un ejemplo del trabajo en el campo como base de un vino.

Simon Bize et Fils “Les Bourgeots”, Savigny-lès-Beaune, 2005 representaba a la Borgoña en la mesa, y lo hizo con prestancia. Rojo cereza suave de capa media, limpio y con lágrima pequeña. Aromas de fruta roja, frambuesa, frutas acidas, un leve toque animal, que se presenta tímido y que con el tiempo se convertirá en un aroma delicioso y punzante. Boca fresca de buena acidez, trago alegre y de postgusto frutal. Alegre, ligero y con carácter, presenta una Pinot Noir clásica de Borgoña genérico, un poco de tiempo le hubiera venido bien, cinco o más años.

España aparecía en la mesa de la mano del Marqués de Riscal Reserva 1973. Color ambarino con toques yodados, algo turbio y glicérico. Aromas iniciales a frutos secos, orejones, higos, heno, flores secas. En la boca con cuerpo todavía acidez correcta y peso en boca un final largo de cueros y frutas pasas en licor. Un exponente de los vinos finos de Rioja con el carácter del tiempo. Excelente, un lujo de vino.

Cerraba la noche un Chateau Les Trois Croix Fronsac 1999, Rojo frambuesa de capa media con ribete anaranjado, buena fluidez y lagrima densa y poblada. Aromas de fruta roja y negra en licor, balsámico, tabaco de pipa, cuero, goloso, cierto sotobosque por detrás, algo cerrado todo aparecía como discreto, en segundo plano con poca intensidad, como pidiendo tiempo para expresarse. En la boca buen cuerpo, carnoso, acidez alta, equilibrado sin presencia tánica, redondo y suave. Su final era discreto no muy largo con sensaciones a fruta roja en licor. Tardó en mostrarse pero cuando lo hizo se vio un vino sereno y elegante, en el estilo de la margen derecha del Dordoña, dominado por la Merlot y sus aromas distinguidos, casi aristocráticos.

La cata fue intensa y nos ayudó a concentrarnos en las sensaciones y percepciones de los vinos, para jugar a descubrir su zona de origen. Algún catador fue capaz de situar todos los vinos en su zona de producción, y eso no es fácil. Recuerden que aprender jugando es siempre un buen ejercicio.

jueves, 26 de agosto de 2010

CATA DE COPAS


Hablábamos hace poco de la importancia de las copas de vino a la hora de conseguir percibir el vino en las mejores condiciones posibles. Hablábamos de la importancia que suponía elegir con criterio las copas,dependiendo de los vinos que se iban a servir, blancos jóvenes, blancos fermentados en barricas, tintos de crianza.., cada vino requería una copa y debíamos encontrar la copa para cada vino.

Con esa filosofía como punto de partida,se reunió el comité de cata del Aula del Vino con la intención de catar un vino en diferentes copas y así descubrir si la copa era tan importante, o no, a la hora de disfrutar de el.

Elegí un vino que auna en torno a si criticas favorables y que suele estar en la mente de la mayoría de los aficionados, como uno de los más golosos vinos de España. Además apostamos por una añada que hubiera tenido suficiente crianza en botella, para aumentar su paleta olfativa y su caracter en boca. Alion 2000 fue el vino elegido, y las copas fueron seis de diferentes formas y tamaños, todas ellas destinadas al disfrute del vino tinto.

Riedel shyra, Spiegelau Borgoña, Schott Viña Burdeos, Zwiesel, Schott Cru Burdeos y Bormioli estaban encima de la mesa.

En principio no debería haber demasiada diferencia entre ellas, puesto que todas eran buenas copas y sus diferencias no parecían demasiado apreciables.
Pues no fue así.


Las diferencias en las percepciones fueron clarísimas, la copa de borgoña con un corazón grande y una boca grande, nos ofrecía un vino algo plano, sus olores se difuminaban en la nariz y no era capaz de concentrar los aromas hacia ella, el vino se hacia más pobre de lo que era.
La schott Viña Burdeos y la Zwiesel, de corazon medio y boca pequeña, mostrando un buen caracter olfativo acentuaban las notas alcohólicas, sin saber porqué se tornaba en un vino algo rústico, alejándolo de su fineza habitual.

El mejor maridaje entre copa y vino lo aportó la Riedel Shyra, de corazon grande y boca media, en ella el vino se encontró a gusto y desplegó unos aromas a fruta roja compotada, perfumes balsámicos a chocolate mentolado, evocadores recuerdos de tabaco de pipa y golosos apuntes de arándanos. Aromas claros y bien marcados.

Acertar con la copa supuso disfrutar el doble del vino.

--oOo--

miércoles, 25 de agosto de 2010

PARKER PIERDE FUELLE


En los medios de comunicación se habla de la gran influencia de Robert Parker en el mundo del vino. La película documental de Jonathan Nossiter, Mondovino, de gran repercusión, mostraba a Robert Parker como a uno de los principales artífices, junto a Michel Rolland, de la globalización del sector del vino en la última década.
Parker ha diseñado el perfil de los vinos modernos, definido nuestros gustos, señalado zonas vinícolas… encumbrando unas y despreciando otras. Incluso algunos vinos son definidos como Parkerizados: con carga frutal, barrica nueva de roble, tánicos, algo sobremaduros y de alta graduación. Pero no pretendo aquí cuestionar a este prestigioso crítico.

Hace unos días organizamos una cata con varios aficionados no habituales en este tipo de encuentros. Cada uno de los convocados tenía que llevar una botella tapada. No había enlace ni tema definido previamente, con lo cual la diversidad de los vinos podía ser importante. Después de probar las siete botellas se procedería a una puntuación de las mismas.

Yo llevé un Pago de Carraovejas Crianza 2004, tánico, con mucha carga frutal, barrica nueva y algo de sobremaduración, un vino que se puede englobar dentro de los parkerizados. Estaba convencido, por anteriores catas con otros grupos, de que estaría entre las preferencias de la mayoría de los catadores.

Los otros seis vinos eran: dos Ribera del Duero con un perfil muy similar al Pago de Carrovejas (Abadía Retuerta Selección Especial 2004 y Pago de Capellanes 2005); Dos Riojas de los denominados Clásicos (Viña Bosconia 1998 y Monte Real Reserva 2001); Un Chenin Blanc del Valle del Loira (Domaine de Belliviere , Vielles vignes eparsés 2004); y un Burdeos de Listrac- Medoc (Chateau Semillan-Mazou 2000).

Para mi sorpresa la cata la ganó el Monte Real Reserva 01, totalmente opuesto al gusto Parker: toques de reducción, tabacos, ebanistería, especiados… poca carga frutal, poco peso en boca. Este vino fue el más valorado por 6 de los 7 catadores. En segunda posición quedó el Viña Bosconia 1998, de carácter similar al anterior.

La influencia de Parker en los aficionados no resultó ser tan importante y, frente a la fruta compotada y barricas nuevas, se impusieron los toques clásicos de un Rioja, aromas de reducción, cedro y cuero mojado, mucho más familiares para la mayoría de los consumidores.

Pese a modas y tendencias el consumidor sigue fiel a su vino.


© Juan Pajares Sastre.

---ooOoo---

lunes, 23 de agosto de 2010

MESA DE CATA



Algunas noches de esas en las que te apetece estar tranquilo en casa y charlar un rato, llamas a un amigo y se deja caer a eso de las nueve, cuando ya la tarde comienza a desaparecer. Suelen ser esos días propicios para el encuentro y la reflexión. Bajas a la bodega y buscas algo que te ayude a divagar, a dejarse llevar, que el vino nos ayude a comprender y conciliar.

Anoche apareció por casa Juanpa, con un Chateau Palmer 2006 bajo el brazo, momento ideal para conocer los nuevos aires de la casa bordelesa. Se mostró con un bellísimo color rojo cereza picota de capa media alta, de enorme fluidez, glicérico, y brillante.

Límpido y con abundantes lagrimas. Aromas de fruta negra, cassis, ciruela, menta, chocolate mentolado, coco, carbón, mina de lápiz, pizarra, canela, buena expresión frutal, fruta roja con un punto licoroso. Nariz amplia y con volumen. En la boca una buena acidez envolvía una astringencia con carga tánica todavía por integrar de las barricas, con una estructura un corazón poderoso, y buen peso. Cierra un postgusto balsámico con cierta cortedad.

La conversación nos llevó hasta el Medoc, el debate surgió por la sensación de un cambio de estilo hacia algo más sutil que Burdeos está realizando en silencio.

Después de este comienzo arrollador estaba en la obligación de descorchar una botella que estuviera a la altura de la noche. Una ojeada a los nichos de la bodega, y apareció el candidato perfecto, Chambolle-Musigny 2001 de Nicolas Potel. Debía este Borgoña llevarnos por lugares sensoriales distintos.

Pero como pasa en la vida hay veces que las cosas no salen como uno quisiera, y este Chambolle salió raro. Color oxidado, marrón algo desleído con capa baja, y falto de brillantez, me indicó las primeras sensaciones de alarma. Una añada tan joven para la zona como la 2001 debía mostrar colores más vivos. En la nariz aromas ha cerrado, algo de evolución, trazos de fruta roja, pero sin volumen ni nitidez. En la boca falto de acidez, se agudizaban las notas astringentes y un postgusto a frambuesas dejaba intuir algo de lo debía ser, y no fue. Una pena.

Para quitarnos el mal gusto del Chambolle y como la noche estaba avanzada, decidí abrir un vino suficientemente pulido y amable, y lo fue de sobra este Viña Albina 1981 de Bodegas Riojanas. Rojo amarronado con mucha brillantez, limpio y glicérico. Aromas intensos a orejones, frutos secos, piel de naranja amarga, flores secas, frutas escarchadas, cueros, vainilla… una maravilla. Perfumes evocadores limpios, definidos, y de gran volumen. En la boca entrada ágil, buena acidez, cuerpo carnosos con peso, redondo sin ninguna punta, consistente, terciopelo en la boca. Final largo y de recuerdo terciario a flores secas y frutas escarchadas. Una maravilla que el tiempo ha conformado.

miércoles, 18 de agosto de 2010

CASONA MICAELA: EL VINO EN CANTABRIA

casona_<span class=

Con Carlos Recio, director de la bodega, junto a los viñedos cántabros de Riesling.

Los paseos entre viñas, ladera arriba y abajo, cogiendo uvas frescas de las parras hablando de vinos, era un placer que los cántabros, debíamos disfrutar fuera de nuestra tierra. Y lo digo en pasado, porque esto está cambiando. Hace unos días tuve la fortuna de recorrer las viñas de Casona Micaela.

Dominando el Valle de Villaverde, formado por el río agüera en la zona de Trucios se yergue arrogante, un viñedo heredero de las antiguas tradiciones vinícolas cantabras. Entre las cepas y los linderos, caminamos junto a Carlos Recio, director técnico de la bodega que nos acompañó toda la jornada, y nos hizo participes de los secretos de la bodega.

Nos descubrió unas cepas de Riesling que me sorprendieron por su magnifica aclimatación al terruño cántabro. Esta variedad de latitudes frías, muestra aquí un vigor impropio de zonas tan alejadas del Rhin. Sus uvas doradas y brillantes, fruta concupiscente que evoca días de vino y rosas.

casona_<span class=

Tras el paseo nos asomamos a la bodega, en pleno corazón del pueblo de Valle de Villaverde. Tierra conquistada al señorío de Vizcaya, tierra ahora dominada por las cepas y el trabajo honesto, sereno y fiel. En la bodega lo mejor, lo mas nuevo, acero y madera, marrón y negro.

Sentados en la coqueta mesa de cata de la bodega nos enfrentamos a las añadas 2007 y 2008.

Casona Micaela 2007 dorado con tonos verdosos, limpio; fruta tropical, piña, manzana verde, hierba húmeda en la nariz, cierto verdor que antecede una boca amplia, con buena acidez, alegre y con un cierto amargor en el retronasal que nos indica lo difícil de la añada. Un año lluvioso y de poco sol. Un vino que nos habla del momento de vendimia y lo duro de ese año.

Casona Micaela 2008 dorado intenso, glicérico, limpio y fluido. Aromas nítidos a flores blancas, te blanco, manzanilla, fruta con hueso; Boca carnosa, con cuerpo, maduro y calido, algo más de acidez no le vendría mal. Retrogusto a flores. Vino de año soleado para disfrutar ya.

Es Casona Micaela un vino de finca, un vino de cepas altas, erguidas y arrogantes. Un vino de hombres recios, orgullosos de un terruño. Un vino que abre camino, un vino distinto. Un vino que domina el valle y sale al encuentro de un futuro espléndido.

--0O0--

lunes, 16 de agosto de 2010

RIBERA-BURDEOS: TAN LEJOS, TAN CERCA

Hace unos se reunió el equipo de cata habitual. La disculpa para este encuentro enológico no era, ni más ni menos, que comparar los estilos vinícolas de dos zonas concretas, la Ribera del Duero y Burdeos.
Para ello se eligieron dos vinos representativos de ambas zonas. En el caso de la Ribera se optó por una bodega de la conocida como milla de oro, en la provincia de Valladolid, cerca de Peñafiel, Bodegas Abadía Retuerta, más concretamente el Cuveé Campanario 1998, Tempranillo. La otra bodega elegida fue Hermanos Pérez Pascuas de la zona burgalesa, un Reserva del 1999, Tempranillo con un pequeño aporte de Cabernet Sauvignon.

De Burdeos nos decantamos por alejarnos del Medoc, entendiendo que la tipicidad de la Cabernet Sauvignon era demasiado diferenciadora, y apostamos por Cabernet Franc y Merlot como variedades dominantes, Petit Cheval Blanc del 2000 de la zona de Saint Emilion y un Chateau Haut Bailly del 1999 de Pessac-Leognan.

Se cató a ciegas, conocíamos las bodegas, pero las copas estaban servidas al llegar, lo que motivó de inmediato que jugáramos a descubrir las zonas, y variedades. Lo primero que debo decir es que el parecido en cuanto a elaboración fue evidente, el estilo de los vinos, marcaban patrones similares, por no decir iguales.

El primer vino en ser desenmascarado fue el Chateau Haut Bailly que marcó claramente los aromas de crianza de la cabernet sauvignon, cedro, pimienta, tabaco, y ese toque vegetal de innegable tipicidad que posee esta variedad, ahogando a la Merlot, compañera de coupage, amplio con boca carnosa y largo postgusto, seductor y potente.

El siguiente en ser detectado fue el Cuveé Campanario, que estaba un tanto dormido, en una fase muy cerrada, de la que le costó salir, aromas terciarios con rastros de reducción, algo de cuero mojado, especias, canela, y ligeros toques florales, no estaba en su mejor momento.

Los otros dos vinos fueron los que dieron más juego a los catadores, el Viña Pedrosa se mostró con mucho cuerpo, maderas nobles y una crianza en botella que favorecía los aromas de reducción, muy limpio en nariz, quizás le faltaba fruta, con unos ligeros toques de fruta roja en compota, y balsámicos elegantes.

El triunfador de la noche fue el Petit Cheval Blanc 2000, con un enorme poder frutal, fruta negra pequeña, frambuesas, arándanos, balsámicos, mentolados, un toque mineral, monte bajo, hongos, champiñón, y una boca amplia y sugerente. Personalmente me sorprendió el carácter frutal de esta Cabernet Franc.

También suscitó un alegre debate la diferencia de precios de los vinos, estando el Reserva de Pedrosa en torno a los 30 euros, y el Petit Cheval Blanc sobre los 150 euros, una diferencia que no fue tan amplia en la mesa de cata. Al final, el Duero y el Garona no están tan lejos, salvo en el precio.

jueves, 12 de agosto de 2010

MESA DE CATA


Hace unos días
se reunió el equipo de cata del Aula del Vino para probar algunos de los últimos vinos que han llegado hasta nuestras manos. Entre los catadores se encontraban, además de los habituales, dos invitados que compartieron momentos de cata junto a nosotros, José Bustamante y Pablo, dos buenos amigos y amantes del vino, se unieron a nosotros en el inicio de la cata.

Empezamos la noche con un blanco de Domaine de Chevalier 2004 de Graves, uno de mis preferidos en la elaboración de blancos secos de Burdeos. Amarillo pajizo de color bajo limpio y de fluidez media. Aromas iniciales a fruta blanca, lichis, anisados, muy limpio en nariz, en segundo plano algo de bollería, tostadas recién hechas. Boca carnosa con buen corazón, elegante de buena acidez y final largo a frutas blancas. Muy elegante quizás le faltaba algo de intensidad aromática. José aportó una nota de cata bastante personal, le olía este vino a angulas, no sé.

El segundo fue otro Sauvignon Blanc un Alan Mcorkindale 2004 de Nueva Zelanda, aquí también encontramos fruta blanca pero algo más dulce, con mayor intensidad aromática, bolitas de anís, pera, miel. Boca amplia con excelente acidez, corazón potente y carnoso, excelente, terminaba con un final largo a anises. Muy rico.

Los tintos empezaron con un Chantal Lescure Pommard 2005, esta excelente bodega de borgoña elabora magníficos tintos de Pinot Noir. Este Pommard tenía un color rojo cereza intenso de capa media, precioso color. Aromas de moras, fresas maduras, chocolate mentolado, champiñón, trufas, hinojo, evocador ligero y potente con una nariz excelente. En la boca buena acidez con cuerpo, potente y ligero, fue el vino que más gustó de la noche.

Después salió a la mesa un Castello de Verrazzano Boteglia Particolare 2004 Chianti. Soy un enamorado de la Toscana y por tanto esperaba mucho de este Verenzano. Rojo púrpura de capa alta muy intenso en el color. Perfumes iniciales a fruta negra, arándanos, moras negras, con toque dulces compotados, chocolate negro, tabaco. Boca amplia con mucho carácter excelente peso en el corazón. Particularmente a mi me gustó, pero Juanpa le castigo por su corta paleta aromática. En cualquier caso un buen vino al que le falta algo de carácter de la Sangiovese, algo escondida en el coupage.

Terminamos la cata con Henry Gouges Nuits St. Georges 1ª Cru Les Porrets 2005. Rojo cereza de capa media baja, limpio y de fluidez media. Hubo que jarrearlo durante un par de veces para acelerar su aireación pues entró en la mesa tufado por aromas de reducción que impedían disfrutarlo. Tras la aireación se atisbaron aromas de fruta roja, fresas, cueros, trufas, mentolados, aromas animales, almizcle, muy negro. Boca con acidez excelente donde se echaba a faltar algo de cuerpo, era ligero y ágil. Muy borgoñón, me gustó mucho.


---ooOoo---

domingo, 8 de agosto de 2010

EL DOCTOR TIENE RAZÓN

El otro día fui al médico de cabecera, para una revisión rutinaria en mi centro de salud, al llegar no había mucha gente, y pasé rápido a la consulta. Allí estaba esperando el médico; me siento, y el tío me empieza a hacer preguntas sobre lo que hago y dejo de hacer. De repente me pregunta si tomo vino. Le digo que si.

¿Cuánto? – me dice – pues no se … , un par de botellas a la semana.

Pero ¿de las grandes?, De las grandes -me pregunta el galeno-.

¿De las de ¾?, - indica con un gesto de manos como si fuera algo enorme. -

Pues claro, hombre, de las de ¾.

- Pues debería dejarlo, el vino tiene muchas calorías y le engorda.

No podía creer lo que me decía, que debería dejarlo porque me engorda. Cinco años de esfuerzo para acabar la carrera, sus padres invirtiendo dinero en la formación de su hijo, para acabar en este desastre. Que debería dejarlo, porque me engorda. ¡Dios mío!

Como explicarle a este buen doctor que abandonar mis catas y cenas didácticas supondría renunciar a una actividad intelectual que pone en marcha todo mi cuerpo, y activa mi mente.

Que mi encuentro con el vino se produce mediante un magnifico esfuerzo sensorial, un estudio sensitivo y un acercamiento intelectual.

El placer que siento al entrar en contacto con el vino mediante el tacto desarrollado en mi boca, juguetear con mi lengua en el líquido glicérico y carnoso, proveniente de las cepas más viejas de monastrel, plantadas junto al mediterráneo, buscando su cuerpo en mi boca como el que busca el amor en otros labios.

Desplegar sobre la mesa pinceles de colores, rojos corazones, ribetes teja, y capas cubiertas, cerradas, altas, y densas.

Comer con los ojos en copas altas, descubrir las burbujas, integradas en coronas amplias, rezando rosarios de misas largas.

Escuchar tapones abiertos, compañeros de viaje a viñedos viejos.

Como explicarle los aromas perfumados mas sutiles que pueblan mi copa, mostrando escenarios distintos, y sensaciones perdidas.

Aromas de jazmín, heno y bizcocho, olores a frutas rojas, fresas o melocotones, mantequilla, aceitunas, menta, chocolate. Hedores químicos, sulfuros y metales.

Pocas cosas más evocadoras que los aromas perfumados y punzantes, profundos y concentrados de un viejo rioja.

Explicar el goce que me produce su gusto perfecto, líquido fluido y fresco, mineral y complejo. Como un gran cru de Burdeos, de paso firme y sincero. Recordar después, la insinuante sensación de su cuerpo, pensar como fue, percibir su recuerdo.

Como explicarle la delicia que es hablar con amigos de lugares lejanos, del calor de la gente, del amor a una tierra. Descubrir en mi salón el trabajo en las viñas, los inviernos mojados, los veranos calientes.

Explicar que mi consumo debe ser moderado y responsable, o mi cabeza perderá su sentido, y abandonará toda sensibilidad, perdiendo así la capacidad de disfrutar. El amante del vino jamás puede ser un mal bebedor.

Así que pensando en todo eso, le dije: - “Doctor, tiene razón, debo hacer más ejercicio” -.



---ooOoo---

miércoles, 4 de agosto de 2010

VINO, OBRA DE ARTE

Discutía el otro día con un amigo si el vino era una forma de expresión artística. ¿Podríamos decir que el contenido de una botella de vino es una obra de arte?

Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, arte, es la manifestación de la actividad humana, mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada, que interpreta lo real o imaginado, con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. Ésta es una definición válida, pero quizás alejada de la visión artística, de la imagen del arte como idea de belleza estética.


Belleza artística, desde el punto de vista subjetivo, lo que llamamos belleza, es incontestablemente todo lo que nos produce un placer de determinada especie. Mirándolo desde el punto de vista objetivo, damos el nombre de belleza a cierta perfección. En realidad, toda noción de belleza se reduce para nosotros a la recepción de determinada dosis de placer.

Desde este punto de vista, es evidente que un vino puede poseer una clara belleza artística. Es una manifestación de la actividad humana que provoca placer en el que la observa, en el que la percibe.



Cuando el hombre comienza a elaborar vino, lo hace con el fin de hidratarse, como liquido que facilita el transito de los alimentos sólidos de la boca al estomago, y además calma su sed ,es un producto artesanal. Cuando comienza a elaborar un vino con el único objetivo de dar placer, está convirtiendo el alimento, en arte.

En el vino el artista nos presenta su obra para que nos transmita una emoción, y establece un lenguaje mediante nuestros sentidos, la vista, como en la pintura, pero también el olfato, el gusto, y el tacto establecen un camino de relación con el bodeguero y su obra.

Cuando la belleza de la obra es máxima, también lo es nuestra sensación de placer, puesto que el medio de relación establecida, es sin duda, el mayor posible a través de todos nuestros sentidos. Podemos tocar la obra artística, podemos olerla, podemos verla, podemos degustarla, e incluso podemos oírla. Es por tanto la mayor de las bellas artes, al menos de las plásticas.

Picasso se preguntó por qué la gente se empecinaba en entender las pinturas, en vez de limitarse a mirarlas. El maestro hizo una buena comparación al señalar: “Quién quiere entender el canto de un pájaro? Uno lo escucha, y simplemente lo disfruta o no”.

Es cierto que el placer de disfrutar de lo puramente estético es suficiente, pero si además eres capaz de entender el mensaje que te envía el artista, la fascinación es total, su valor se multiplica como el placer.

Podemos disfrutar de la visión artística, de la belleza del color del vino, de la profundidad de sus aromas, de su meloso tacto, de su chispeante sonido, o de su intenso gusto, pero su valor se multiplica si encontramos la filosofía de su ser, su verdadera inspiración, el alma de su terruño.

Ilustración: "Equilibrio" de Lola Catalá. Etiqueta de Primero de Fariña 2009.

---ooOoo---