El Blog del Aula para la Difusión de la Cultura del Vino es un espacio abierto, independiente y plural, lugar de encuentro que sirva para aumentar el disfrute de los sentidos frente al vino, ampliando nuestros conocimientos, y construyendo nuevas opiniones.
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domingo, 8 de agosto de 2010

EL DOCTOR TIENE RAZÓN

El otro día fui al médico de cabecera, para una revisión rutinaria en mi centro de salud, al llegar no había mucha gente, y pasé rápido a la consulta. Allí estaba esperando el médico; me siento, y el tío me empieza a hacer preguntas sobre lo que hago y dejo de hacer. De repente me pregunta si tomo vino. Le digo que si.

¿Cuánto? – me dice – pues no se … , un par de botellas a la semana.

Pero ¿de las grandes?, De las grandes -me pregunta el galeno-.

¿De las de ¾?, - indica con un gesto de manos como si fuera algo enorme. -

Pues claro, hombre, de las de ¾.

- Pues debería dejarlo, el vino tiene muchas calorías y le engorda.

No podía creer lo que me decía, que debería dejarlo porque me engorda. Cinco años de esfuerzo para acabar la carrera, sus padres invirtiendo dinero en la formación de su hijo, para acabar en este desastre. Que debería dejarlo, porque me engorda. ¡Dios mío!

Como explicarle a este buen doctor que abandonar mis catas y cenas didácticas supondría renunciar a una actividad intelectual que pone en marcha todo mi cuerpo, y activa mi mente.

Que mi encuentro con el vino se produce mediante un magnifico esfuerzo sensorial, un estudio sensitivo y un acercamiento intelectual.

El placer que siento al entrar en contacto con el vino mediante el tacto desarrollado en mi boca, juguetear con mi lengua en el líquido glicérico y carnoso, proveniente de las cepas más viejas de monastrel, plantadas junto al mediterráneo, buscando su cuerpo en mi boca como el que busca el amor en otros labios.

Desplegar sobre la mesa pinceles de colores, rojos corazones, ribetes teja, y capas cubiertas, cerradas, altas, y densas.

Comer con los ojos en copas altas, descubrir las burbujas, integradas en coronas amplias, rezando rosarios de misas largas.

Escuchar tapones abiertos, compañeros de viaje a viñedos viejos.

Como explicarle los aromas perfumados mas sutiles que pueblan mi copa, mostrando escenarios distintos, y sensaciones perdidas.

Aromas de jazmín, heno y bizcocho, olores a frutas rojas, fresas o melocotones, mantequilla, aceitunas, menta, chocolate. Hedores químicos, sulfuros y metales.

Pocas cosas más evocadoras que los aromas perfumados y punzantes, profundos y concentrados de un viejo rioja.

Explicar el goce que me produce su gusto perfecto, líquido fluido y fresco, mineral y complejo. Como un gran cru de Burdeos, de paso firme y sincero. Recordar después, la insinuante sensación de su cuerpo, pensar como fue, percibir su recuerdo.

Como explicarle la delicia que es hablar con amigos de lugares lejanos, del calor de la gente, del amor a una tierra. Descubrir en mi salón el trabajo en las viñas, los inviernos mojados, los veranos calientes.

Explicar que mi consumo debe ser moderado y responsable, o mi cabeza perderá su sentido, y abandonará toda sensibilidad, perdiendo así la capacidad de disfrutar. El amante del vino jamás puede ser un mal bebedor.

Así que pensando en todo eso, le dije: - “Doctor, tiene razón, debo hacer más ejercicio” -.



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